La Historia de la Procesión

La Guerra de la Independencia marcó la historia de Santa María y tras la liberación de la villa el 28 de marzo de 1809, los vigueses atribuyeron la victoria a la talla del Cristo que se veneraba en su templo. Así, la mañana del día 11 de junio de 1809, el Ayuntamiento, en nombre del pueblo de Vigo y sus alrededores decidió dar las “gracias al todo Poderoso con un solemne Te Deum y Misa, acompañándole el Consejo Militar creado para la defensa, el cuerpo de la Marina y más de Tropas con los particulares del Pueblo, y numerosos gentío de sus inmediaciones implorando todos la continuación de los auxilios divinos y conservación del gobierno”.

En las fiestas del llamado “Patrón” de la ciudad, el Ayuntamiento era el encargado de los actos cívicos-religiosos. Originariamente, todos los festejos tenían lugar en el Monte del Castro y en el Campo de Granada, que se iluminaba con farolillos de papel de estilo veneciano. Sin embargo, con la construcción del Ensanche de García Olloqui, no sólo se modificó el recorrido de la procesión, sino que los festejos pasaron a celebrarse en el 1881 en la Alameda (Plaza de Compostela) y en las calles que rodean el malecón.

Inicialmente, la procesión salía el 28 de marzo conmemorando la Reconquista de Vigo, pero las constantes lluvias y la coincidencia con las celebraciones de Semana Santa obligaba a cambiarla continuamente al primer domingo después de la Pascua de Resurrección. Con todo, este cambio no era suficiente porque en esa época todavía llovía bastante e impedía la salida de la procesión. Por ello, en 1809, el Ayuntamiento decide trasladar la procesión al mes de junio.

Para aquellas primitivas procesiones, se publicaba un edicto que se fijaba en los lugares públicos por lo que en los días previos, se solicitaba la colaboración del pueblo para mantener las calles limpias y las viviendas engalanadas. Todo el pueblo colaboraba de forma voluntaria o por solicitud del cabildo civil. Además, no se permitía el paso de animales por las calles mientras discurría la procesión. Los hombres iban en fila delante de los sacerdotes y las mujeres también pero detrás. Tanto unos como otros iban adecuadamente vestidos para la ocasión.

Los festejos duraban  cuatro días y empezaban con un recorrido por las calles de gigantes y cabezudos acompañados de música. Por la tarde, se cantaban las vísperas solemnes en la Colegiata. El día siguiente estaba consagrado a la música y a los actos religiosos, saliendo la talla en procesión por las calles de Méndez Núñez, plaza de la Constitución, Imperial, Antequera y Triunfo. Los demás días se dedicaban a la entrega de premios surgidos para la ocasión, regatas…

Sin embargo, la propia historia puso de manifiesto que tampoco ésta era la mejor época para la celebración de la procesión por las todavía persistentes lluvias y finalmente, en 1883 se traslada definitivamente al primer domingo de agosto.

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