La Procesión

Durante casi 200 años el Cristo de la Victoria ha despertado pasión entre los vigueses porque para ellos, esta imagen es algo más que la representación de Jesucristo Crucificado. Mientras unos trabajan por cultivar esta tradición y participan en la procesión, otros se esfuerzan año tras año para que cada edición sea mejor que la anterior.

Después de celebrarse en varias épocas del año, finalmente, se decide que la procesión salga el primer domingo de agosto.

Imagen del Cristo de Vigo

La Junta Directiva participa desde su constitución en la procesión y en 1952 se establece que se va a situar 100 metros por detrás de la Imagen del Santísimo Cristo y que todos sus miembros debían ir con sus medallas doradas o plateadas.

La festividad del Cristo de la Victoria se inicia con la novena celebrada en su honor. En 1960, para que los actos fueran más solemnes, el prelado dio permiso para la celebración de la Santa Misa todo el novenario del que se hace cargo un grupo de afamados oradores. El último viernes de la misma se bendicen las insignias de los nuevos cofrades y hermanas y se procede a su imposición.

El descendimiento del Cristo tiene lugar la víspera, de este modo, los devotos pueden besar la talla o tocarla con sus pañuelos y entonar el Himno dedicado al Cristo.

Por su parte, el pregón es reflejo de la evolución histórica, social, política, económica y espiritual de la ciudad de Vigo. Se procede a su lectura la víspera de la procesión en el Pazo-Museo “Quiñones de León” por parte de una personalidad notable de la ciudad.

El día de la procesión, desde primeras horas de la mañana la gente se agolpa en las proximidades de la Concatedral. Por la tarde, comienza la organización de la procesión. En 1953 se estableció que el escuadrón de caballería de la Guardia Civil o del cuerpo cuyo concurso se consiga quede situado frente a la casa de Don Estanislao Durán en la Ronda de Cánovas del Castillo. La procesión se realiza desde entonces en el Berbés, donde el Cristo es recibido con doce bombas y cohetes. Por aquellos años, las asociaciones piadosas se colocaban entre las dos filas de fieles que llevaban las velas unos en la mano derecha y otros en la izquierda para evitar quemarse, una a cada lado de la calzada y discurrían de esta forma hasta el puerto pesquero. Sin embargo, como el número de fieles crecía, se terminó organizando la procesión en cuatro filas, dos a cada lado.

La abrían los soldados a caballo, pero como resultaba muy complicado conseguir su concurso, terminaron siendo sustituidos a partir de 1956 por monaguillos revestidos con hábitos de nazarenos y portando una especie de esclavina con la cruz en raso morado sobre el pectoral, elegidos de entre los que participaban en la Misa Pontifical. Éstos llevaban la cruz y dos faroles acompañados de los cinco que pertenecían a la Cofradía.

En la procesión sólo sale la imagen del Cristo con el dosel de gala, a la que precede el estandarte del Cristo, portado siempre por una personalidad viguesa invitada por la Institución. El Cristo va acompañado del Guión o Pendón de la Cofradía, portado por un miembro de la misma o una persona por ellos determinada. Junto al Pendón van los miembros de la Cofradía, presididos por el Hermano Mayor, identificados con sus medallas. Les siguen todos los miembros del Gobierno Local que quieran participar, presididos por el alcalde y con el pendón de la ciudad, todas las autoridades civiles y militares invitadas y como cierre de comitiva, el obispo y el párroco.

Además de la salida, el momento de mayor emoción es la parada realizada en la Puerta do Sol, momentos antes de concluir la procesión. Es el momento del responso final: “Demos gracias a Dios que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo. Así sea”.

Entonces, la multitud entona a coro el Himno del Cristo de la Victoria. Miles de voces se unen en una única mientras jóvenes con el traje regional, que acompañaron la procesión, protagonizan un pequeño baile con sus cestos de flores en lo alto.

Tras regresar a la parroquia, el Cristo permanece tres días colocado en sus andas y rodeado de las flores que le han sido ofrecidas por los devotos. Pasados esos días, es devuelto al altar mayor hasta la procesión del año siguiente.

“Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos”
Mat 5:3

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