La devoción por el Cristo de la Victoria doblega al calor en una masiva procesión

Sin apenas zonas de sombra ayer a las 19.30 en el Casco Vello, y con los termómetros marcando treinta grados. Esas eran las condiciones en las que arrancaba la Procesión del Cristo de la Victoria de Vigo. Pese a ese calor sofocante, los fieles no fallaron y volvieron a demostrar su indiscutible fervor hacia el gran símbolo religioso de la ciudad. En vez de estar en la playa, decenas de miles de vigueses decidieron renovar su fe un año más ante su gran protector. Y es que hay que apuntar que el día de ayer es el que más gente mueve en todo el año en Vigo junto a las navidades y el festival O Marisquiño.

Los que querían ir en las primeras filas de la comitiva estuvieron desde primera hora de la tarde a las puertas de la Basílica de Santa María cogiendo sitio para tener un lugar privilegiado en el recorrido, que fue encabezado por el presidente de Arvi, Javier Touza, encargado de portar el estandarte y que reconocía a FARO hace unos días que “existe una enorme vinculación entre el Cristo de la Victoria y lo que es Vigo y su área de influencia, junto al mar y a la pesca, y creo que están todos ellos intrínsecamente relacionados y en un momento de especial dificultad e incertidumbre para nuestro sector, el pesquero”.

Estuvo acompañado por dos armadoras y junto a las personalidades religiosas y militares que iban detrás del Cristo estaban también muchas autoridades civiles, como el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, el alcalde de Vigo, Abel Caballero, el presidente del Puerto, Carlos Botana, el provincial, Luis López y la jefa de la oposición, Marta Fernández-Tapias, entre muchas otras.

Los primeros pasos de la Procesión, los que tienen lugar por el Casco Vello, son los que tienen mayor encanto. Tras su salida, bajó por la calle Real, cuya estrechez consigue que la figura pase muy cerca de los balcones y que haya vecinos que salgan a ellos a ver la comitiva, lanzar flores e incluso puedan tocar la imagen.

En la llegada a O Berbés se produjo precisamente otro de los momentos más especiales y que ya es un clásico de la Procesión del Cristo de la Victoria. Los barcos atracados en el Puerto de Vigo hicieron sonar sus sirenas para mostrarle al Cristo su fervor. Cuenta la leyenda que un barco cargado de sal encontró en altamar una imagen de Jesús crucificado y su tripulación, tras una fuerte tormenta, la dejó en Vigo, donde es venerada desde hace siglos. Los cofrades hicieron girar al Santísimo hacia el mar para devolver el agradecimiento y el público también aplaudió en lo que fue uno de los instantes más emocionantes de la jornada. En esta ocasión fue todavía más especial teniendo en cuenta que portaba el estandarte el presidente de los armadores de Vigo en un momento clave para el sector de la pesca en la ciudad. Las caras de emoción en los cofrades y entre los fieles se hicieron patentes tras este momento, tras el que surgió el primer gran aplauso de la jornada.

El tráfico se fue cortando por las calles por las que pasaba la comitiva. Afortunadamente, no se formó ninguna gran aglomeración de vehículos y el plan del Concello funcionó, gracias fundamentalmente a que el túnel de Beiramar permaneció abierto en los dos sentidos durante toda la tarde, lo que ayudó a que la circulación fluyera. Mientras tanto, el gran estandarte religioso de la ciudad y las decenas de miles de personas que lo acompañaban pasaron por Montero Ríos y subieron por Concepción Arenal y Colón hasta la Farola de Urzáiz. Allí, por segundo año consecutivo, cruzaron Príncipe en otra de las imágenes más icónicas de la procesión: el Cristo de la Victoria y miles de fieles vigueses pasando por la que es históricamente la calle más comercial de la ciudad.

Lágrimas

Fue el camino de entrada a Porta do Sol, donde esperaban centenares de vigueses que querían tener un sitio privilegiado para ver el acto central del día. El gran símbolo religioso de Vigo fue recibido bajo un atronador aplauso en la gran plaza peatonalizada de la ciudad. Allí se realizó la tradicional ofrenda floral y la las corales de Zamáns y San Roque cantaron el himno del Cristo de la Victoria, en el que sin duda fue el momento más emocionante de la jornada. Muchos de los presentes no aguantaron las lágrimas y, como es habitual, el obispo pidió al Cristo “protección y fuerza” para seguir viviendo con esperanza tras pasar “momentos difíciles”. También se refirió al mensaje lanzado por el Papa Francisco estos días en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa: “La Iglesia es de todos y para todos, nadie puede quedar excluido, debemos defender una Iglesia de puertas abiertas”.

El recorrido estuvo plagado de imágenes que siempre se repiten en la procesión. Por ejemplo, la de muchos fieles que deciden hacer el trayecto completo descalzos por penitencia, para mostrar respeto al Cristo o por diferentes motivos personales. También se dio el caso de múltiples turistas que no sabían que se celebraba una procesión en el día de ayer que cuando vieron la magnitud de la misma decidieron coger una vela y sumarse a la comitiva. Y obviamente, todos los bares de la zona centro de Vigo estaban completamente llenos, muchos por el efecto de la procesión: había algunos locales que incluso se quedaron sin existencias de algunos productos al acabar la jornada.

Ahora al Cristo de la Victoria le tocan unos días de descanso en la Basílica de Santa María antes de volver a su lugar en el altar mayor La procesión del Cristo de la Victoria trasciende el ámbito religioso y es sinónimo de pertenencia a una ciudad, Vigo, a una forma de ser y de vivir. Mayores, jóvenes familias enteras… el evento no entiende de edades ni de creencias.

Fuente: Faro de Vigo

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