El Santísimo ya descansa en la nave de la Concatedral

La interpretación del himno tras la misa solemne de ayer indicaba que el final de los oficios. La tensión y la emoción comenzó a sentirse en el ambiente ante el esperado descendimiento del Cristo de la Victoria en la Concatedral para sacarlo hoy en procesión. Ningún feligrés se movió de su sitio cuando el párroco Moisés les dio la paz.
Como cada año, todos querían ser testigos en primer fila de la ceremonia, antaño funcional y hoy convertida en una auténtica expresión de fe. No sin dificultades, los cofrades libraron las tres primeras filas de la nave principal y desalojaron el pasillo central. Entró el carro, y con las maniobras ya conocidas, se situó a la izquierda del altar. Fernando Pazos fue el primero en subir a retirar la corona. Luego a colocar el gancho. Junto a  Manuel Río asciende a diez metros de altura para descolgar la imagen del Cristo de su ubicación habitual en el altar mayor. Juan Antonio Fontán completó la operación destornillando la base. Desde el suelo, el resto de los cofrades tensaron la cuerda y la talla se levantó. Con cuidado, la tomaron en posición horizontal. La Hermana Mayor de la Cofradía, Marora Martín-Caloto, lo recibió el crucero. El silencio contenido se rompió con un aplauso de los presentes y de nuevo se entonó el himno. A continuación, se colocó sobre el carro. El párroco Moisés limpió la figura del Santísimo y fue el primero en besarlo. Los fieles que esperaban su turno, fueron pasando poco a poco junto a la imagen en un peregrinar que se prolongó durante horas. Para facilitar el acceso, las puertas laterales se abrieron.
Por la noche, los cofrades lo colocaron en posición vertical, listo para la procesión de hoy, recorrido que ya completaron muchos fieles ayer, iluminando el Casco Vello.

Fuente: Atlántico Diario