DISCURSO DE LA HERMANA MAYOR DE LA COFRADÍA EN EL PREGÓN

Sr. Alcalde, querido anfitrión,
Corporación Municipal,
Dignísimas autoridades,
Sr. Obispo,
Cofradía del Santísimo Cristo de la Victoria de Vigo,
Amigas y amigos,

Buenos días y muchas gracias por acompañarnos en este acto, que celebramos en un marco diferente, por las extraordinarias circunstancias en las que nos encontramos.

Este es un año de dolor y desconcierto. España está de luto por las numerosísimas víctimas que nos ha dejado el COVID-19. Debemos conducirnos con el máximo respeto hacia el heroico esfuerzo desplegado por todos los españoles para frenar los efectos de esta terrible pandemia y, para salvaguardar sus frutos, tenemos que extremar la precaución, evitando un nuevo rebrote.

Este sentimiento de responsabilidad y solidaridad nos ha llevado a tomar la dificilísima decisión de suspender el recorrido de nuestro querido Cristo de la Sal por las calles de Vigo.

Pedimos perdón por la desilusión con la que muchos habrán recibido esta noticia, pero resulta imposible organizar la procesión garantizando las medidas de seguridad necesarias para salvaguardar la salud de todos.

La procesión es una maravilla, pero el trato con nuestro Cristo es personal. Tenemos la esperanza de que la devoción por el Cristo de Vigo, de la Sal, de la Victoria, se vea reforzada a pesar de no poder expresarle nuestro cariño de la forma habitual.

Esta decisión fue trasladada, como no podía ser menos, a nuestro Alcalde y a nuestro Obispo, y tenemos que agradecerles su comprensión y afecto.

Muchas gracias Sr. Alcalde, gracias Abel. Muchas gracias Sr. Obispo, gracias D. Luis.

Este año ha ocupado la cátedra de nuestra Colegiata Monseñor Agrelo Arzobispo Emérito de Tánger,
de todos es sabido su compromiso y defensa apasionada de los derechos de los migrantes. Le damos las gracias por sus reflexiones y enseñanzas.

La Viguesa fue un bergantín-goleta usado para el transporte de crudo, que llevaba 4 tanques de 400 toneladas. Su bella estampa podría confundirse con la del buque escuela Juan Sebastian de Elcano.

Este petrolero protagonizó una simpática anécdota al cruzarse en alta mar con “Joshua Slocum”, navegante solitario que circunvaló el mundo a bordo de un velero de 11,2 metros de eslora de nombre “Spray”. La anécdota nos la relata el propio Slocum, en su libro “Navegando alrededor del mundo”, de la siguiente manera:

“Con las primeras luces de la mañana del día 15 de julio de 1892 el “Spray” estaba en las proximidades de un bergantín que resultó ser “La Viguesa”, de Vigo, con 23 días de viaje desde Filadelfia, despachado para aquel puerto. Un serviola encaramado en la cofa había descubierto al “Spray” la tarde anterior. Cuando me acerqué lo bastante, el capitán me lanzo una guía y mediante una eslinga amarrada al gallote, me envió una botella de vino ¡de muy buen vino! por cierto. También me mandó su tarjeta de visita, que llevaba el nombre de Juan Gantes. Creo que un buen hombre, como todos los españoles”.

“La Viguesa” perteneció a la empresa Babé y Compañía, que fue fundada en 1887 por Don Evaristo Babé, que había sido alcalde de La Coruña, pero eligió la ciudad de Vigo para construir una de las primeras refinerías que tuvo España.

Todo esto ocurría en la década de 1880, la década prodigiosa que revolucionó Vigo con la llegada de la luz eléctrica, el gas, el ferrocarril y catapultó a una ciudad de 14.000 habitantes hasta el puesto de mayor ciudad de Galicia.

En la Clínica de Fatima, que ha llegado a ser el segundo hospital privado más grande de Galicia, la familia Gonzalez-Babé lleva más de 50 años curando los traumatismos de Vigo.

El Doctor Javier González-Babé, que sigue cuidándonos, tiene en su haber, entre otras muchas cosas, el mérito de que miles de vigueses continúen andando, y prueba de ellos son las más de 3500 artroplastias de rodilla que ha llevado a cabo.

Su curriculum es muy extenso, pero me gustaría destacar que es Premio Barrié de la Maza de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Galicia y presidente del Grupo Babé y Cía.

La pandemia nos ha demostrado lo abnegados y valientes que son los sanitarios y también lo imprescindibles que son el valor, el sentido común y la capacidad de forzar la suerte de los empresarios, para paliar los efectos secundarios de su azote.

Contar este año como pregonero con un hombre como el Dr Javier González-Babe, en su doble condición de médico y empresario, es un honor para esta Cofradía.

Muchas gracias Javier.

Para finalizar, me gustaría compartir con vosotros una bonita vivencia mía, para a continuación, como siempre, cerrar mi intervención con un ruego al Santísimo Cristo de La Victoria.

Esta navidad pasada en un precioso pueblo de los Pirineos, en una homilía de domingo el predicador nos trasladó tres peticiones del Papa Francisco que me gustaría reformular, aplicándolas a nosotros y a nuestra devoción con el Cristo.

La primera era que dedicásemos algo de tiempo (no más de una hora) a repasar nuestra vida para ponerla a los pies de Cristo. Estamos llenos de virtudes y defectos. Si se los entregamos a Cristo, lo malo lo hará desaparecer y lo bueno lo hará trascender, de forma que será esto lo que tengamos en nuestro haber cuando rindamos viaje.

La segunda era que fuésemos constructores de paz, porque la paz no nos la dan, ni la podemos pedir, la tenemos que construir. Paz entre esposos, entre padres e hijos, entre ciudadanos y gobernantes, entre patronos y empleados. Construir paz entre vecinos, entre amigos, entre competidores, entre alumnos y maestros. Que seamos constructores de paz.

La última petición era que nos acercásemos a Dios. Y para acercarse a Dios es preciso saber dónde está. Está entre los enfermos, los desamparados, los que no encuentran trabajo y sufren por el bienestar de sus hijos y de su hogar. Está entre los que son perseguidos, en la mirada triste de niños abandonados a su suerte, entre los maltratados, entre los ancianos solos, pero es preciso acercarse a ellos como nos acercaríamos a Dios: con delicadeza, con humildad, con el máximo respeto. De esto sabía mucho nuestra querida y llorada Marta Alonso-Lamberti, esposa y madre de los hijos de Javier.

Hoy me despido de vosotros pidiéndole al Santísimo Cristo de la Victoria que nos ayude a ser trascendentes, constructores de paz y solidarios. En resumen, que nos ayude a ser felices.

Muchas gracias.

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