Discurso de Carlos Mouriño, encargado de leer el pregón

Excelentísimo Alcalde y miembros de la Corporación Municipal, Reverendísimo Obispo de la Diócesis de Tui-Vigo, Autoridades, Junta Directiva y miembros de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Victoria.
Santísimo Cristo de la Victoria, vengo hoy a postrarme a tus pies en representación de la ciudad de Vigo, de tus fieles devotos y de los aficionados celtistas de diversos países, religiones y distintos partidos políticos. No podemos ni debemos eludir nuestra responsabilidad ante actos tan significativos como el que celebramos hoy anteponiendo el yo al nosotros, anteponiendo nuestras creencias a las que nosotros representamos.
Como celtista no vengo a pedirte una ayudita con los árbitros o que un aire divino introduzca el balón en la portería después de un tiro al palo.
Con humildad y sencillez, venimos a rogarte que en tu bondad nos hagas a todos ser un poquito mejores, porque si todos mejoramos, nos volveremos más humanos, más justos, más generosos, y podremos ayudar más a los necesitados, a los que sufren una crisis injusta, unos derechos perdidos.
Perdóname que te tutee, no es un signo de irreverencia sino de confianza. Confianza en que extiendas tus bendiciones sobre todos nosotros y logremos juntos esa placidez que nos lleve a perdonar a nuestros enemigos, que nos lleve a terminar las guerras, que nos lleve a una justicia más justa, que nos lleve a una distribución de la riqueza más igualitaria, que nos lleve con nuestras desigualdades a conseguir un mundo mejor.
No te olvides de nuestros marineros, de tus marineros, que tanta Fe tienen y tan presente estás en su pensamiento, cuando los avatares del mar ponen en peligro su vida.
Santísimo Cristo, también te pido no te olvides de nuestro Papa Francisco, permítele seguir con la renovación firme de la Iglesia y presérvalo de los males internos y externos para que pueda evangelizar a su manera, con franqueza, con claridad, con ternura, con palabras que todos entendemos, dejando atrás sermones arcaicos y llenos de temores y nos ofrezca los suyos, llenos de alegrías y esperanza.
Te doy las gracias Santísimo Cristo por darme este tiempo para hablar contigo que, si bien es verdad, que podemos hacerlo cuando queramos, no con la representación que hoy tengo ni con el auditorio presente, ni con la colaboración de tus fieles devotos.
Me hiciste feliz con mi familia unida, empujándome, corrigiéndome, apoyándome, sintiéndola conmigo en cada uno de mis actos, en cada proyecto, en cada decisión.
Me hiciste feliz como empresario, ayudándome a aprender del fracaso, a no ser derrotado en los momentos malos, permitiéndome ceder mi puesto sin ningún temor a esa juventud que me decía “ya estoy preparado”.
Me hiciste feliz en la política, de paso efímero, pero sumamente importante, por el puesto que ocupé en el cambio de Dictadura de partido a una democracia, que con todos sus defectos no hay quien lo pare. Me diste la clarividencia necesaria para que, una vez conseguido el objetivo, dejara la política solo con mi reconocimiento personal de que había cumplido.
Me hiciste feliz en el deporte representando al equipo de mi ciudad, aspiración loca e ilusa de mi infancia… Luciré con orgullo la presidencia del Celta.
Pero cuando ya estoy más cerca de rendirte cuentas, de pasar tu juicio final, el acto de hoy significa la culminación de mis anhelos personales, de mis satisfacciones más íntimas de vida.
Sin querer comparar porque la divinidad es incomparable, no hay vigués que no quiera a su Cristo y no hay vigués que no quiera a su Celta.
Oye mis peticiones y considéralas un ruego

Print Friendly, PDF & Email

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies