Vigo arropa con fervor y pasión al Cristo de la Victoria

Entre 250.000 y 300.000 personas acompañaron al Santísimo durante las tres horas que duró la procesión
– Cientos de fieles colapsaron la Colegiata mucho antes de que diese comienzo el desfile religioso

Vigo dio un año más una nueva muestra de fervor y pasión por su Cristo de la Victoria. La ciudad, su área de influencia e incluso gente llegada desde otras localizaciones se volcaron en la tradicional procesión que cada primer domingo del mes de agosto colapsa las calles del Casco Vello y de su entorno, lo que la convierte sin ningún género de dudas en una de las más multitudinarias de España y la mayor de Galicia. Tres horas tardó en llegar la comitiva a la Porta do Sol, donde el obispo se dirigió a los fieles que llenaban el lugar.

Aunque no se conocieron las cifras oficiales de la manifestación religiosa, desde la organización se transmitió la sensación de que la respuesta había sido similar o incluso algo superior a la de los años pasados, reuniéndose alrededor de la figura del Cristo entre 250.000 y 300.000 personas.

Una marea humana, por tanto, respondió a la llamada del Santísimo, puntual a su cita. Tocaron las campanas de la Concatedral de Santa María a las 19.30 y los veinte carreros, con Carlos Borrás al frente como guía, comenzaron el recorrido con la carroza para gozo de los miles de asistentes que se agolpaban en las calles del Casco Vello desde hacía varias horas para ver en primer término a su Cristo con el correspondiente cirio en mano.

Con el transcurrir de la tarde, el entorno de la Colegiata fue subiendo de temperatura. En la Concatedral no cabía un alfiler mientras en la plaza se iba agolpando la gente buscando coger el mejor sitio para ver la salida de la carroza. El primer protagonista en hacer acto de presencia fue José Manuel Lorenzo Morales con su estandarte, que portó acompañado por Esther Rodríguez y Manuel Moreiras. Poco después llegaron los miembros de la Brilat, que acompañaron al Cristo en su recorrido como los últimos años.

Con el tañer de las campañas a las 19.30 horas y la interpretación del himno español, comenzó la marcha, con José Manuel Lorenzo y su estandarte a la cabeza, abriendo paso para que la carroza del Cristo fuese descendiendo por la Rúa Real, el tramo más espectacular pero también el más complicado. A su estela se situaban los miembros de la Cofradía del Cristo de la Victoria, liderados por la Hermana Mayor, Marora Martín-Caloto.

Tras ellos, los fieles comenzaron su peregrinaje a un ritmo muy lento, lo que obligó al obispo de la diócesis Tui-Vigo y al arzobispo de Belcastro, José Rodríguez Carballo, junto a otros miembros de la Iglesia, a iniciar el paso alrededor de las 19.50 horas, seguidos por los representantes institucionales que no se quisieron perder el evento.

A la cabeza, el alcalde de Vigo, Abel Caballero, con el bastón de mando, y el vicepresidente de la Xunta, Alfonso Rueda, charlando distendidamente en los instantes previos a la procesión. Junto a ellos, se encontraban varios miembros del gobierno local como Carlos López Font, Chus Lago, Manel González o Ángel Rivas, ediles del PP como José Manuel Figueroa, Antonio Bernárdez o Alejandro Pérez, el más joven del Concello, que portó el pendón en el acto. No faltaron tampoco el presidente de la Autoridad Portuaria, Ignacio López-Chaves, la exalcaldesa Corina Porro; la directora de la Entidad Es-tatal del Suelo, Lucía Morales o el valedor do Pobo, Luis Espada.

El sentimiento general era el mismo en todos los devotos que acudieron a la llamada del Santísimo, capaz de reunir a gente de todas las edades, desde niños acompañando a sus padres o abuelos a familias enteras, un legado que se transmite de generación en generación y que permite que la profesión esté con más vida que nunca.

Al ritmo de los tambores y de los mensajes que iban sonando por megafonía con textos del Evangelio y mensajes sobre la situación actual –el conflicto en Gaza, la crisis, el problema de la emigración– avanzaba la comitiva, que tardó alrededor de una hora en recorrer el tramo de la Rúa Real, con los balcones plagados de gente lanzando pétalos al Santísimo.

Tras la llegada al Berbés, donde los barcos del Puerto recibieron al Cristo tocando sus bocinas, la marcha se fue acelerando, agradeciendo también la bajada de temperaturas de los últimos días, que propició un clima agradable, por ejemplo en Cánovas del Castillo, un tramo con mucha expectación en la pasarela que une el Centro Comercial A Laxe y el Casco Vello.

Pasadas las nueve, la talla del Cristo afrontaba la subida por Colón y el último tramo de Policarpo Sanz, antes de llegar alrededor de las 22.30 horas a la Porta do Sol, donde el obispo Luis Quinteiro pronunció su mensaje, el preludio del fin de fiesta, marcado por la devoción con la que los devotos que llenaban Porta do Sol, la Praza de la Constitución y la Colegiata se despedían del Cristo de la Victoria hasta el año que viene después de una ofrenda floral y una actuación de baile.

La talla del Santísimo quedará expuesta en la parte central de la Concatedral hasta el jueves, día en que se producirá el ascendimiento para que repose en las alturas hasta la edición de 2015, cuando Vigo se vuelva a lanzar a la calle para rendir tributo a su símbolo más preciado, ese que no falta a su cita con la ciudad desde 1883.

Una conexión que se hace más fuerte cada año, un vínculo imborrable que ofrece una sensación de unidad ciudadana vista en pocas cosas. Un sentimiento que nace de la pasión con la que los vigueses sienten a su Cristo de la Victoria, su principal protector.

 

 

Fuente: Faro de Vigo

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