EXPLOSIÓN VIGUESA DE DEVOCIÓN

“Bendice, santísimo Cristo, a nuestra ciudad y a sus gobernantes; concédenos vivir en una ciudad  donde nadie se sienta explotado; da fuerza y energía a todos aquellos que, con su esfuerzo diario, hacen de nuestra ciudad un lugar de progreso y bienestar”. Así, y con un especial recuerdo para los devotos y las madres, el obispo de Tui-Vigo, Luis Quinteiro Fiuza, despidó al Cristo de la Victoria en la Porta do Sol. En su plegaria, el obispo agradeció el apoyo del Cristo “en los días de gloria y en los momentos de penumbra”, pero también le recordó a la imagen venerada que “necesitamos muchas cosas, lo sabes mejor que nadie, pero en este atardecer quiero pedirte para todos tu esperanza y tu alegría de la vida”. Rogó por los mayores y enfermos, por las familias y en especial por los jóvenes: “Necesitamos niños alegres que llenen los silencios de nuestros hogares”.
Ya con el sol puesto y con las luces de las velas chispeando en la casi oscuridad, la talla recorrió el camino de regreso a la Concatedral por la Praza da Constitución y la rúa Triunfo. Atrás quedaron horas de recorrido, acompañado por miles de fieles, muchos descalzos, que cumplían sus promesas por los ofrecidos, así como la entrega de flores y los bailes en honor al Cristo, ya en la parada final, con el Sireno de Leiro y el dinoseto como testigos. De vuelta en la nave central de la Concatedral, la talla permanecerá unos días más sobre el carro para las muestras de devoción. Finalmente regresará a su ubicación habitual, en el altar mayor.
Mientras los fieles continuaban llegando al templo para despedirse y dejar los cirios como exvoto o ramos de flores en su honor, los 19 costaleros y el Carrero Mayor, Carlos Borrás finalizaron su cometido. Un año más, la salida y el descenso por la rúa Real fueron los puntos más complicados para guiar la imagen. Los tres cofrades que empujan desde el interior, ya aprendieron a confiar en los 16 compañeros que lo rodean y que siguen las indicaciones del Carrero Mayor.
Como cada primer domingo de agosto, la ciudad se volcó con el Cristo de la Victoria, que cada edición parece convocar a mayor número de seguidores y despertar el fervor vigués.

Fuente: Atlántico Diario

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